El flautista de Hamelín
(cuento de los hermanos Grimm)
Érase una vez una ciudad llamada Hamelín en la que sus habitantes no podían vivir en paz desde
hacía un tiempo por culpa de una terrible plaga de ratones. Estaban por todas partes en los graneros, por las calles, en las casas e incluso dentro de las cunas. El alcalde había intentado ahuyentarlos de todas las maneras posibles, pero no lo había conseguido y los ciudadanos estaban desesperados.
Un día llegó a la ciudad un hombre de aspecto extraño con una flauta en la mano, que se presentó ante el Alcalde diciendo:
- Excelencia, si lo deseáis os liberaré del problema. Si me dais una bolsa de oro a a cambio de mis servicios, tocaré con mi flauta una una melodía que atraerá a todos los ratones y lo sacará fuera de la ciudad. El alcalde, que habría dado lo que fuera por librarse de los ratones, aceptó inmediatamente:
- ¡Con gran alegría acepto el trato! ¡todo se te dará, te lo prometo!
El flautista fue entonces hasta la plaza mayor y comenzó a tocar su flauta mágica. Bajo los ojos atónitos de los habitantes de la ciudad, miles de roedores hipnotizados salieron de todos los rincones y siguiendo aquella dulce melodía, se tiraron al río y abandonaron la ciudad.
¡Por fin se habían liberado de la plaga de ratones de Hamelín!
Cuando llegó el momento de recompensar al flautista como se habían acordado, el alcalde y los ciudadanos comenzaron a alegar mil excusas. Entonces, indignado, el hombre bajó a la calle y entonó una melodía distinta. Esta vez fueron los niños los que acudieron y le siguieron fuera de las murallas de la ciudad. Solo se salvó uno, que se había quedado atrás porque estaba cojo y no había sido lo bastante rápido para alcanzar a los demás.
A la mañana siguiente el pequeño decidió ir a buscar a sus amigos y se encaminó hacia el bosque. El camino era largo y el niño se entretenía con una flauta que había hecho con la ramita de un árbol. Cuando escuchó una melodía muy parecida a la suya, la siguió y descubrió la cueva donde se escondía el flautista con el resto de los niños de Hamelín. El niño le imploró al flautista que dejara volver a casa a todos sus amigos. Entonces el hombre, que en el fondo tenía buen corazón, decidió regalarle su flauta mágica al niño para que fuera él mismo el que los llevase de vuelta a Hamelín.
Al ritmo alegre de la musiquita de la flauta, los niños siguieron a su valiente amigo hasta la ciudad. Cuando los vecinos de Hamelín volvieron a ver a sus hijos dieron saltos de alegría, incluso el alcalde, que también era papá.
Desde aquel día, el alcalde y todos los demás habitantes de Hamelín cumplieron siempre sus promesas pero nunca más se supo del flautista mágico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario